porque es cierto que todos tenemos nuestras propias batallas.
en este mundo de juicios rápidos no abundan las mentes pacientes, esas capaces de entender que tras un rostro hay una batalla, que tras un nombre (y un hombre) puede haber una larga historia - no obstante su juventud -.
Cada uno de nosotros somos como regios navíos abriéndonos paso en océanos más o menos tranquilos y a veces, más o menos convulsos; pero en nuestro interior y colgadas de las velas y del ancla de nuestro hermoso y único barco, penden colgadas como banderolas y se libran al aire nuestras batallas personales. Esas con las que intentamos avanzar a pesar de todo, - pero no las compartimos - esas que a veces nos encallan sin que el resto del mundo sepa muy bien qué nos ocurre, qué nos detiene o qué nos duele.
Todos lidiamos batallas muy íntimas, a veces muy fuertes.
Colgar una etiqueta es, por encima de todo; renunciar a nuestra capacidad de percepción y de apertura - porque yo sólo puedo - o la oportunidad de descubrir qué hay más allá de una apariencia, de un rostro, de un nombre, - incluso que quieren ayudarnos -.
Cada persona es un mundo en sí mismo, pero que desconocemos, cada uno tiene sus heridas, sus aflicciones, sus corazas y sus defensas de acuerdo a las experiencias que haya atravesado en su vida.
Somos mucho más de lo que dice nuestro credencial de identidad, nuestro currículum o expediente académico. - cada quién va haciendo su historia y colgando sus banderolas -.
Colgar una etiqueta es, por encima de todo; renunciar a nuestra capacidad de percepción y de apertura - porque yo sólo puedo - o la oportunidad de descubrir qué hay más allá de una apariencia, de un rostro, de un nombre, - incluso que quieren ayudarnos -.
Cada persona es un mundo en sí mismo, pero que desconocemos, cada uno tiene sus heridas, sus aflicciones, sus corazas y sus defensas de acuerdo a las experiencias que haya atravesado en su vida.
Debemos de tal forma; ser prudentes, humildes, discretos, compasivos y pacientes cuando atravesamos el umbral de la vida ajena, no juzgar a "la primera", no ingresar sin antes tocar la puerta y pedir permiso para entrar.
Aprende a respetar y valorar, pero también a compartir banderolas; el viaje acompañado es mas ameno y menos difícil.