El estrés provoca la segregación de una hormona, el cortisol, que hace que el organismo se ponga alerta y pueda solventar la crisis que lo ha provocado. Los niveles de esta hormona descienden después del episodio estresante, pero si esas situaciones de miedo, agobio o peligro se dan de manera muy habitual los niveles de cortisol en sangre permanecen elevados, lo que puede provocar dolores de cabeza, ansiedad, depresión, insomnio, reducción de la masa cerebral y pérdida de memoria.
Esta ha sido la principal conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores de la University of Texas Health Science Center de San Antonio (EE.UU.), cuyo estudio se ha publicado en la revista Neurology. En él se analizaron los datos cognitivos de 2.231 personas de 48,5 años de media, que no presentaban ningún síntoma de demencia, y que fueron sometidos a pruebas cognitivas de razonamiento abstracto, memoria, percepción visual, función ejecutiva y atención. A 2.018 de los participantes también les realizaron una resonancia magnética cerebral para conocer el volumen total de este órgano. Después de ocho años se les volvieron a repetir todas las pruebas.
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